Tuesday, December 26, 2006

LA SONRISA DE RAFITO


Carloncho salió del baño, corriendo desnudo y acomodándose la toalla alrededor de la cintura. El timbre sonaba insistentemente.
– ¡Carajo! ¿Acaso no hay nadie en esta casa? – profirió mientras cruzaba la sala mojando la alfombra imitación persa. Al abrir la puerta encontró la cara de Rafito acompañada de una enorme sonrisa.
– ¡Me caso Carloncho, me caso! – muy alegre anunció Rafito, mientras su amigo no le correspondió el júbilo.
– ¿Quééé? ¿Tas bien huevón Rafito? o ¿Estás borracho?
– ¡No hermano, me caso, y adivina con quién!
– ¿Con tu mano derecha? -Preguntó Carloncho incrédulo y temblando de frío- ya pasa que me voy a quedar tieso por el aire.
Los jóvenes ingresaron a la sala y Rafito se lanzó al sofá grande, con los brazos estirados y extendiendo su risa por todo toda la casa.
– ¡Por fin me ligó Carloncho! Tantos años templado de ella, tantas veces choteado, humillado, para que al final ella misma me lo pida – Otra vez Rafito descargó su estruendosa carcajada.
– Oye Rafito ¿Puedes hablar claro de una vez por todas? – Exigió Carloncho mientras se colocaba bien la toalla para que no se le caiga.
– No me vas a creer Carloncho – Respondió Rafito recuperando el oxígeno - Me caso con Mariana. ¡Con Mariana! El amor de mi vida, la hembrita más preciosa de este pueblo de mierda, la más...
Carloncho se sentó al lado de Rafito interrumpiéndolo y sacando sus pies del sofá.
– ... la más sobrada, la más pituca. Cálmate huevón ¿De qué estás hablando? Mariana está con Pietro, se caga por él, siempre se ha cagado por él, porque es el único que tiene carro y billete. A ti jamás te dio bola, ni de chibolos cuando jugábamos a la botella borracha.
Rafito se acomodó en el asiento y se acercó a Carloncho sujetándolo de las orejas.
– Escucha, te voy a contar algo que todavía no le cuento a nadie y disculpa por no haberlo hecho antes.
Carloncho desprendió de sus adoloridas orejas, las manos ansiosas de Rafito.
– Mariana mancó con Pietro, ya no quiere saber nada con él – Prosiguió Rafito mas calmado y serio.
– ¿Y? – Preguntó Carloncho indiferente. Rafito continuó su historia.
– Hace unos meses me llamó por teléfono, yo me sorprendí como comprenderás, pero fui a su casa. Me contó llorando que había mancado con Pietro porque el muy conchasumadre le sacó la vuelta y se largó a Lima sin explicaciones.
– Ta bien carajo – Sentenció Carloncho.
– Ella no se lo contó a sus amigas porque le daba roche terminar cornuda, tú sabes que ella siempre fue muy segura de sí misma...
– Creída de mierda.
– La vaina es que confió en mí porque sabe que yo siempre la quise.
– Arrastrao de mierda.
– Entonces la invité a salir y luego al cine y así fue por unos días hasta que .... – Rafito calló y sus ojos brillaron, acompañados de la sonrisa que una vez más se le dibujaba en el rostro.
– ¡¿Hasta qué?! ¡¿Qué pasó?! ¡Habla! – Ansioso inquirió Carloncho.
– Pasó lo que tenía que pasar porque Dios existe y es muy justo.
– ¡¿Qué pasó carajo?!
– Hicimos el amor en su casa, una noche en la que no había nadie – Respondió la gran sonrisa. Carloncho se levantó y empezó a caminar por la sala desesperado.
– ¿Te la tiraste? ¡Mierda! ¡No te creo, ni cagando. Siempre fuiste un huevón, ni cagando, ¿Por qué no me llamó?, soy más pepa, más cuero. No te creo, ni cagando, estás alucinando.
Rafito se puso de pie violentamente y levantó la voz
– ¡Mariana está esperando un hijo mío, imbécil!. ¿Eso te parece una alucinada?
Carloncho se quedó callado y se sentó suavemente en el sofá.
– Puta madre, la llenaste.
– Si Carloncho, por eso nos vamos a casar, pero no se lo digas a nadie. ¿Estás solo en tu casa, no?
Los dos amigos voltearon al mismo tiempo y descubrieron a la hermana, la mamá y la abuela de Carloncho asomándose por la puerta del comedor con rostros de sorprendidas telenoveleras.

Mientras tanto, Mariana lloraba sentada en su cama. Janet estaba harta de consolarla, pero le daba lástima; tenía la certeza de ser su única amiga.
- Yo no me quiero casar con ese imbécil, Janet ¿Por qué no regresa Pietro?
- Ya Marianita. No creo que Pietro se quede tan tranquilo cuando se entere que estás esperando un hijo suyo.
- Pero ya tendría que haber regresado, Lima está a dos horas. – Sollozó Mariana – Además, el muy idiota sabe que coqueteé con Rafito, únicamente para darle celos.
- Sí pues. – Consoló Janet - Pero es que tal vez le fue bien en Lima y encontró otra chica, tu sabes, ya desde antes tenía celos de tu primo Sebastián.
- Pero él es solo mi primo, casi mi hermano – Se excusó la linda Mariana - Yo quiero a Pietro, Janet. Él es el hombre de mi vida.
Janet asumió su posición de amiga única y le llamó la atención.
- Entonces no debiste pedirle a Rafito que firme a tu hijo, el es idiota, pero es un buen chico y ya ves hasta te pidió matrimonio.
- Es que estaba desesperada Janet - Volvió a llorar Mariana - pensé que Pietro no volvería jamás y no puedo esperar a que la barriga se me note.
- Y ¿porqué no te vas a Lima y ....? - Insinuó Janet con dramática expresión mientras subía y bajaba la mirada entre el vientre y bajo vientre de Mariana, para luego terminar mirando el piso.
- ¿Abortar? ¡Estás loca! Eso es pecado, alucina, es pecado. – Respondió Mariana alteradísima y persignándose.

A la semana siguiente, Pietro tiró su mochila al bajar del ómnibus en el paradero interprovincial Puerto Seco – Lima – Puerto Seco y despectivo nombró a Mariana.
– ¡Esa perra ...!

En un restaurante cercano al puerto, Rafito saboreaba un delicioso ceviche en compañía de su mamá, hermana, Mariana, Janet y Carloncho, seis personas en una mesa para quince. Emocionado pronunció un discurso levantando su copa de vino blanco.
– ...Y este emotivo brindis es para anunciar a todos ustedes mi familia y mis queridísimos amigos de esta cada vez más dichosa vida, mi matrimonio con Mariana, la mujer más linda del mundo.
Todos respondieron con un ¡salud! sin ganas, mientras Carloncho y Janet aprovecharon el desigual beso de los novios para hacer otro brindis en voz baja.
– Pudiendo estar con un buen partido se casa con este idiota – brindó Janet.
– Por el idiota con suerte – saludó Carloncho, ya medio borracho.
Mariana lloraba de emoción o desdicha, le daba lo mismo, solo quería llorar el resto de su vida. Pietro llegó al restaurante en ese momento, todos se quedaron estáticos y en silencio, esperando oír sus palabras.
– ¡Eres una cualquiera! – Sentenció Pietro fríamente.
Mariana se levantó del asiento y corrió hacia Pietro como si este la hubiese llamado por su nombre.
– ¡Pietro! ¡Amor! ¡Volviste por mí! – alegre cantó Mariana.
Pietro retrocedió un paso y levanto una mano para detener la embestida de la novia.
– Yo no he vuelto por ti, “amorcito” – respondió sarcástico - solo quería saber si era verdad lo que me contaron y ya veo que es cierto.
– Pero amor, este hijo es tuyo – desesperada contestó Mariana al ver que su galán podía fugar por segunda vez - Rafito jamás me tocó... solo me estaba haciendo el favor de darle un papá a nuestro hijo. Tú sabes que este tonto siempre estuvo enamorado de mí ... y como te fuiste sin avisar ...
– Pobre Rafito tan idiota como siempre – con lástima miraba Pietro al triste novio.
En silencio Rafito sentía la mayor de las vergüenzas y humillaciones. Sus amigos se sintieron defraudados, sobre todo Carloncho que siempre confió en él.
– Ay! que linda la actitud de Rafito – fue el caritativo comentario de su hermana.
Es todo un caballero como su padre – precisó la mamá, mientras Pietro no alteraba su expresión de asco hacia Mariana.
– Eres una perra, Mariana. Tu primo Sebastián llamó a Lima para decirme que ese hijo es suyo, pero prefirieron al idiota de Rafito, antes de escandalizar a tu familia. Y ahora no contenta con enyucar a Rafito, quieres hacer lo mismo conmigo. ¡Que triste es tu vida!
Pietro se fue y Mariana se quedó parada en una sola pieza. Los cuatro invitados salieron del restaurante entre murmullos. Rafito cogió la botella de vino y también se fue sin rumbo dejando sola a Mariana.... y su hijo.

Algunos dicen que Mariana murió en Lima mientras abortaba, otros dicen que vive allá con su primo Sebastián, alejada de su familia, lo cierto es que se fue y nadie la vio nunca más. Rafito volvió a ser el chico tímido y triste de siempre, de vez en cuando lo buscaba alguna mujer embarazada preguntándole si se quería casar con ella. Carloncho le invitaba un trago todos los viernes por la noche, pero nunca más vio en el rostro de su amigo, aquella enorme sonrisa de felicidad con la que le comunicó su matrimonio con Mariana.

Fin

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